Jueves 11 de junio del 2009
Guayaquil, Ecuador
  Arte y cultura
Jueves 11 de junio del 2009

Bacchetti, duende imprevisible

FÉLIX FLEMING | Crítica de música



El pianista italiano Andrea Bacchetti
durante una de sus presentaciones
realizadas en Guayaquil.

Más bien pequeño, extremadamente delgado, se instala frente al piano después de saludar con insólita humildad al público. Luce como niño inquieto, demora en acomodarse, se concentra quince segundos, empieza a tocar. El duendecillo no dejará de crecer hasta el último acorde. El concierto de Nino Rota que interpreta no es tan vistoso como el número uno, tampoco se presta para actitudes teatrales, románticas. Esta vez la orquesta tiene un papel preponderante, resulta agradable escuchar cómo se lucen el fagot, el corno, la trompeta, las cuerdas.

Bacchetti, sin vistosa gestualidad, es preciso, sutil. No se lo puede comparar desde ningún punto de vista con Giuseppe Albanese, pues son estilos diferentes. Giuseppe es el apasionado extravertido, mientras que imagino a Andrea como clavecinista puntual en el siglo XVIII, o tocando a Clementi como Wanda Landowska. Domenico Scarlatti y Galuppi pertenecen ambos al siglo XVIII, mas el pianoforte actual permite matizar volumen, intensidad, dar al sonido mayor textura. Entonces tenemos a un Bacchetti irreprochable en su técnica, pero a la vez emotivo. Ecléctico por excelencia, regala al público como bis una pieza de Galuppi (ha grabado varios discos con obras de este compositor), desgrana impecablemente las notas de La fileuse (La Hilandera), encaje musical de Mendelssohn suave, luminoso como un cuadro de Vermeer, sorprende al entusiasta público con el tema pop Moon River.

Lo alcanzo entre bastidores, hablamos de nuestro común amigo de Lavagna: Luigi Passano; me entero de que Bacchetti tocó Dvorak con el Cuarteto della Scala en aquella pequeña ciudad de Chiavari (Liguria) de la que tengo hermosos recuerdos. Quizás por ello me sorprende cuando Andrea me dice: "Mi piace molto mangiare, ma senza vini". Nuestro pianista es buen tenedor, pero no aficionado a las buenas botellas. Sin embargo, manifiesta sensualidad en su forma de tocar, dramatismo cuando es necesario, es sorprendente, perturbador en la música de Berio, de Webern (aunque de igual modo podría tocar al romántico Weber). Navegué por YouTube, pude asombrarme al encontrarlo interpretando a Bach, Mozart, el segundo concierto de Agustín González Acilu (quien me recuerda a Darius Milhaud y Stravinsky, por su composición rigorosa, luego me emociona que haya dedicado a sus ochenta años una cantata al filósofo Epicuro). Frente a los barrocos, insiste Andrea en que el pianoforte expresa matices que no alcanzaba el clavicordio, lo que nos vale interpretaciones de gran expresividad y digitación. Pensé que Bacchetti podía ser un pianista "de cámara" más a sus anchas con los barrocos, pero después de apreciar su energía, su poder cuando interpreta a los románticos, a los compositores de vanguardia, cambié de parecer. Es un hombre ávido de sonidos nuevos, aunque de raíces profundamente clásicas, y por eso escucharlo tocar el concierto BWV 1058 de J.S. Bach para piano y orquesta es una experiencia inolvidable. La música en sí no tiene edad. Bacchetti tampoco.

Davit Harutyunyan nos presentó una orquesta que cada día moldea mejor. Abrió la noche con Verdi, Leoncavallo, Mascagni (notable prestación de las cuerdas), varias oberturas del sibarita corpulento Rossini, aficionado al pavo trufado, como para equilibrar el peso leve pero genial de Andrea Bacchetti.